Teoría de Juegos, Preferencia Estética y Discriminación Pokémon

Pobre Bulbasaur, el bicho de bolsillo más marginado de toda la historia de Nintendo; hasta lo quitaron de Super Smash Bros. De hecho, se hace hasta ridículo hablar de estadísticas cuando sabemos quién es el Pokémon inicial favorito de la primera generación, sino, ¿por qué darle dos megaevoluciones diferentes? Exacto, porque mola... y punto.

Todos conocemos cómo empieza Pokémon (Game Freak, 1996), al menos las primeras versiones. Sabemos el orden de los primeros entrenadores, y qué es lo mejor para vencer al tipo roca. Y no, no es un Pikachu.

De hecho, en un mundo perfectamente racional Charmander no sería siquiera una opción a tener en cuenta: No tiene las mejores estadísticas iniciales, ni las mejores estadísticas finales, es vulnerable contra la mayoría de entrenadores y líderes de gimnasio y, para colmo, es especialmente débil contra el señor Brock y la señorita Misty, los dos primeros líderes de gimnasio a los que te enfrentas.

Una opción un poco mejor sería el Pokémon tipo agua, esa tortuguita azul tan mona que tampoco tiene las mejores estadísticas iniciales y tampoco es la mejor en los primeros compases del juego.

La mejor opción para empezar a jugar a Pokémon, según la teoría de juegos, sería Bulbasaur: tiene las mejores estadísticas iniciales y encima es el luchador óptimo contra los primeros líderes de gimnasio. Entonces, ¿por qué es el menos elegido? ¿Por qué el tipo planta, el mejor incluso contra la mayoría de líderes de gimnasio y entrenadores en general, se queda durmiendo en casa del Profesor mientras los otros dos salen a dar vueltas por el mundo? Porque es el más feo de todos, y punto.

Una variable que la teoría de juegos no puede explicar es la preferencia estética. En un mundo puramente racional, Charmander sería la opción que quedaría muriendose de asco en casa de Oak y el mundo estaría lleno de entrenadores con Bulbasaur, pero el problema es nadie quiere un sapo con una palmera en la joroba. Preferimos una tortuga gigante con cañones o un dragón que escupe fuego y vuela; porque mola.

No somos conscientes de lo mucho que nuestras preferencias estéticas condicionan las elecciones que hacemos en los videojuegos, y precisamente por ese motivo el pobre Bulbasaur se queda llorando sobre una mesa o encerrado en una bola, deseando tener un amigo.



Este artículo es una colaboración de Sebastián Barceló (Sebargue) redactor en Palomitas Grandes y Refresco y administrador en Ludonautas.

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